""Us and Them" - David Berreby (23/52 2025)

 



"Nada de lo que vale la pena se construye solo. Todo lo valioso se teje entre manos, miradas y corazones diversos."  Brené BrownEl poder de ser vulnerable,

Vivimos en un mundo que clasifica, etiqueta y divide. Nos definimos por lo que somos, pero también por lo que no somos. Ser parte de un grupo nos da pertenencia, orgullo y sentido, pero también puede convertirse en un arma de separación, rechazo o incluso odio. Suele haber preconceptos si la persona pertenece a una parte de una organización (Marketing, Ventas, Servicios a clientes, Producción, Mantenimiento, Finanzas, Tecnología, jefes, etc.), haber nacido en un país o una ciudad, ser un aficionado de un equipo de fútbol, seguir los lineamientos de una religión, practicar un pasatiempo, leer de un periódico, ejercer una profesión, tener ideas políticas definidas o incluso una edad nos clasifica. Estas formas de agrupación social suelen unirnos y en ocasiones excluir o deshumanizar a “los “otros” 

¿Que hay debajo de nuestras etiquetas sociales? Cómo se forman, cómo nos condicionan y cómo podemos observar otras realidades sin perder el sentido de comunidad. El libro “Us and Them” no solo analiza las raíces del tribalismo humano, sino que nos propone una reflexión urgente sobre la libertad, la compasión y la manipulación. Es una invitación a cuestionar nuestras certezas más arraigadas, a cultivar una mirada crítica y a recuperar una capacidad que parece perdida en tiempos de polarización. Porque si algo necesitamos hoy, más que nuevas tecnologías o sistemas de gestión o gobierno, es la valentía de reconocernos en el otro, aunque piense distinto, aunque su vida sea lejana o bien no se parezca a nosotros.

Estamos inmersos en un sistema social cada vez mas complejo y casi imposible de comprender. El reto de lograr acuerdos y avanzar en un entorno mas pacífico, interconectado, con visión de futuro y sostenible es prioritario. "No hay un ‘ellos’. Solo hay un ‘nosotros’."

A continuación las veinte enseñanzas clave de "Us and Them" de David Berreby (23/52 2025)

1. La identidad es una invención, no una esencia

Nuestra identidad no es un descubrimiento interno, sino una narrativa que creamos y a veces recibimos. Nos contamos historias sobre quiénes somos en función de los grupos a los que pertenecemos. Estas historias pueden ser útiles, pero también pueden aprisionarnos. Amartya Sen, en su libro “Identity and Violence”, argumenta que la identidad única es una ilusión peligrosa, y que cada persona tiene múltiples pertenencias que pueden convivir en armonía.

2. El tribalismo es una emoción, no una decisión racional

No elegimos a qué grupo pertenecer como quien elige un menú. Las emociones profundas de pertenencia se activan por recuerdos, símbolos y vínculos afectivos. Lo tribal se adhiere al alma, no al intelecto. Jonathan Haidt, en su libro “The Righteous Mind”, explica cómo nuestras decisiones morales y grupales son primero emocionales y luego racionalizadas.

3. Las categorías sociales son cambiantes, no eternas

Lo que hoy llamamos raza, nación o religión ha cambiado radicalmente en cada época. La identidad es líquida, no fija. Lo que permanece es la necesidad de crear categorías. Benedict Anderson, en su obra “Imagined Communities”, describe cómo las naciones son construcciones históricas e imaginarias que cambian con el tiempo.

4. El lenguaje crea fronteras invisibles

Al decir “ellos” y “nosotros”, estamos trazando una línea que muchas veces no existe fuera del lenguaje. Las palabras no solo nombran, también separan, jerarquizan y distancian. George Lakoff, en su libro “Don't Think of an Elephant!”, muestra cómo los marcos lingüísticos moldean nuestra percepción de la realidad social.

5. Los símbolos unen, pero también pueden excluir

Las banderas, himnos, credos o rituales sirven para cohesionarnos, pero también para dejar claro quién queda fuera. La identidad simbólica necesita del “otro” para reafirmarse. Clifford Geertz, en su libro “The Interpretation of Cultures”, analiza cómo los rituales refuerzan la cohesión interna y las fronteras externas de los grupos.

6. Las emociones moldean la percepción del otro

Sentimientos como el miedo, el asco o la vergüenza activan mecanismos de exclusión mucho antes de que intervenga la razón. Las reacciones ante la diversidad se relacionan con aspectos personales arraigados. Martha Nussbaum, en su libro “Hiding from Humanity”, explica cómo emociones como el asco y la vergüenza son utilizadas para justificar la exclusión social.

7. La pertenencia al grupo puede anestesiar la conciencia individual

Bajo la bandera del grupo, se pueden cometer actos que ninguna persona ejecutaría en soledad. La identidad colectiva puede ser una fuerza moral… o una coartada para el horror. Hannah Arendt, en “Eichmann en Jerusalén”, describe cómo el cumplimiento del deber grupal puede justificar atrocidades sin reflexión individual.

8. El miedo es el combustible de la división

La historia humana muestra que cuando hay miedo, crece el odio al diferente. La política del miedo necesita un enemigo que una al grupo desde la sospecha. Erich Fromm, en el libro “El miedo a la libertad”, explica cómo el temor a la incertidumbre impulsa a las personas a refugiarse en identidades autoritarias y excluyentes.

9. Las identidades pueden ser domesticadas o manipuladas

No nacemos odiando; aprendemos a hacerlo. La identidad es maleable, y quienes controlan los símbolos, narrativas y medios pueden moldearla según sus fines.  Edward Bernays, en su libro “Propaganda”, detalla cómo las emociones colectivas pueden ser dirigidas para generar aceptación ciega de líderes o ideas.

10. La ciencia también ha sido cómplice del tribalismo

Desde el darwinismo social hasta la eugenesia, la ciencia ha sido utilizada para justificar categorías que pretendían ser objetivas pero escondían sesgos morales. La ciencia no siempre ha sido neutral.  Stephen Jay Gould, en el libro “The Mismeasure of Man”, desmonta cómo la ciencia fue usada para validar racismo y clasismo.

11. La identidad está en constante negociación interna

No solo somos parte de múltiples grupos, sino que dentro de nosotros hay una conversación continua en nuestro interior. No hay una identidad única, sino un diálogo íntimo. Herminia Ibarra, en su libro “Working Identity”, destaca cómo la identidad profesional y personal es un proceso continuo de ensayo y error, exploración y redefinición.

12. El poder utiliza la identidad para dividir y controlar

Divide y vencerás es una estrategia tan antigua como efectiva. Al fomentar divisiones identitarias, los poderes políticos desvían la atención de los problemas estructurales. Michel Foucault, en su libro “Vigilar y castigar”, explica cómo las instituciones fragmentan cuerpos y conciencias para ejercer un control más eficiente.

13. Las guerras comienzan con palabras

Antes de un conflicto físico, hay una narrativa que deshumaniza. Decir que alguien es una amenaza, un invasor o un "otro" es el primer paso hacia la violencia real. Susan Sontag, en su libro “Regarding the Pain of Others”, analiza cómo el lenguaje y las imágenes crean la distancia emocional necesaria para justificar la violencia.

14. Educar la identidad es educar para la paz

Si enseñamos a pensar en términos de humanidad compartida, reducimos los conflictos. La educación debe trascender etiquetas y formar personas con conciencia global. Paulo Freire, en su libro “Pedagogía del oprimido”, promueve una educación que libere la conciencia crítica y combata las estructuras de opresión identitaria.

15. El contacto humano reduce la hostilidad

La cercanía transforma al enemigo en vecino, al extraño en humano. Las experiencias compartidas disuelven las barreras simbólicas. Gordon Allport, en su libro “The Nature of Prejudice”, sostiene que el contacto intergrupal positivo disminuye significativamente el prejuicio y la discriminación.

16. La empatía es la vacuna contra la deshumanización

Ver al otro como un ser humano completo, con miedos, alegrías y aspiraciones, desactiva el mecanismo de exclusión. Brené Brown, en su libro “Atreverse a lo grande. Cómo el coraje de ser vulnerable transforma la manera en que vivimos, amamos, criamos y lideramos”, resalta el poder de la vulnerabilidad y la empatía para construir conexiones auténticas.

17. La historia puede reconfigurar nuestra identidad

Al conocer historias ancestrales de resistencia, mestizaje o inclusión ampliamos el sentido de quiénes somos y de dónde venimos. Yuval Noah Harari, en su libro “Sapiens”, muestra cómo las narrativas históricas dan forma a nuestras identidades individuales y colectivas.

18. La diversidad no es una amenaza, sino una riqueza

El pluralismo identitario no debilita a una sociedad sino que la fortalece. En la diferencia hay innovación, belleza y aprendizaje. Edward Said en su libro “Culture and Imperialism”, destaca cómo las culturas se enriquecen mutuamente cuando no se imponen ni se aíslan.

19. Podemos elegir nuestras identidades

No estamos condenados a repetir los patrones que heredamos. Podemos abrazar nuevas identidades que expandan nuestra humanidad. Anthony Giddens en su libro “Modernity and Self-Identity”, argumenta que en la modernidad tardía, la identidad es una obra abierta en construcción reflexiva.

20. La esperanza está en quienes cruzan fronteras

Los verdaderos constructores de paz son quienes, con coraje, deciden tender puentes. Son los que rechazan la lógica de los bandos y apuestan por el diálogo.  Las identidades no son jaulas, sino mapas. Podemos redefinirlas, ampliarlas y hacerlas más humanas dentro del marco ético y de respeto a la vida. Comprender cómo funciona el tribalismo es el primer paso para trascenderlo. Porque al final, no se trata de nosotros o ellos. Se trata de todos.  Desmond Tutu, en su libro “No Future Without Forgiveness”, narra cómo Sudáfrica eligió la reconciliación por encima de la venganza, sanando con verdad y humanidad.

 

A lo largo de la historia humana hemos aprendido que nuestras identidades no son verdades absolutas, sino relatos compartidos, aprendidos, muchas veces heredados sin preguntar. 

Hemos visto cómo la necesidad de pertenecer puede llevarnos hacia actos muy nobles como la solidaridad, la cooperación y el amor, pero también a lo más oscuro del género humano como el odio, la manipulación, el prejuicio, la exclusión e incluso el daño psíquico o físico mediante distintos tipos de violencia. 

También hemos descubierto una luz de esperanza al final del túnel ya que la identidad no está escrita en piedra. Podemos transformarla y cuestionarla. Podemos elegir, conscientemente, ampliar el círculo de quienes consideramos “nosotros”. 

En un mundo saturado de discursos que nos invitan a dividir, odiar o temer, este libro es una brújula ética. Nos recuerda que toda categoría humana es una ficción útil, no una frontera sagrada, y que cada vez que cruzamos esas líneas con respeto y curiosidad, estamos dando un paso hacia una civilización más justa, libre y digna. 

Al final, lo verdaderamente revolucionario no es luchar por imponer una identidad sobre otra, sino reconocer que, bajo todas nuestras diferencias, late el mismo anhelo humano de ser vistos, respetados y amados. 

Cuando entendemos eso, ya no hay “ellos”. Solo hay un gran “nosotros” que aún estamos aprendiendo a explorar.  Puede ser que lo más sencillo sea observar desde una distancia prudencial a los que están en la otra orilla.  Atreverse a soñar con tender puentes no es sencillo. Saber construirlos es aún mas complejo. Elegir con quienes cruzaríamos el puente requiere de imaginación, entrega y esfuerzo. Analizar los riesgos tampoco es tarea fácil. 

El encuentro con los que están al otro lado, en algún lugar y en el momento preciso, esta reservado para unos pocos. 

Desde el espacio no se ven fronteras. Desde el fondo del océano tampoco.

Suerte. Buen viaje. 


mario kogan 

31/may/25

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