Psicología organizacional. Adrian Furnham (31/52 2025)
“Es
en el trato con otros donde el hombre se revela como humano"
Emmanuel
Levinas.
Totalidad
e Infinito: Ensayo sobre la exterioridad. (1961)
Pasamos más horas trabajando que compartiendo con nuestras familias, cuidando nuestra salud o cultivando nuestro mundo interior. Por eso, el entorno en el que trabajamos no es un simple escenario profesional sino que es un ecosistema que influye silenciosamente en nuestra calidad de vida, nuestras relaciones y hasta en cuánto y cómo vivimos. Hoy sabemos que un entorno organizacional tóxico no solo deteriora el bienestar emocional, sino que también deja huellas profundas en el cuerpo. Por citar un ejemplo, el estrés crónico generado por culturas laborales hostiles puede debilitar el sistema inmunológico, alterar el funcionamiento hormonal y acelerar procesos inflamatorios vinculados al envejecimiento prematuro. Además de dañar los vínculos personales, aumenta significativamente el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, metabólicas y mentales, reduciendo así la calidad de vida y la longevidad.
Un ambiente de trabajo saludable puede convertirse en un espacio que nutre, inspira, fortalece y amplifica lo mejor de cada persona. Pero ¿cómo se construye un entorno saludable? ¿Qué lo degrada? ¿Por qué hay organizaciones que cultivan la cooperación mientras otras siembran desconfianza, miedo y destrucción? ¿Cómo puede cada persona desde su posición aportar algo para que el trabajo sea una experiencia constructiva y nutritiva?
La psicología organizacional, lejos de ser una herramienta técnica o un recurso exclusivo para especialistas, es hoy una brújula necesaria para toda persona que desee entender cómo se comportan los individuos en contextos laborales, cómo se forman las culturas organizacionales y cómo influye todo esto en nuestro bienestar físico, mental y social. Con el fin de comprender los factores humanos que modelan las organizaciones se describen a continuación las veinte enseñanzas clave del libro de Adrian Furnham “Psicología organizacional. El comportamiento del individuo en las organizaciones” (31/52 2025):
1.
El trabajo no es solo una función. Es un reflejo de quién eres
El
trabajo no debería entenderse únicamente como una tarea o una transacción
económica, sino como una expresión profunda de la identidad personal. Cada vez
que nos incorporamos a una organización o equipo de trabajo, llevamos con
nosotros nuestra historia, unos valores y una forma única de ver el mundo que moldea
la manera en que colaboramos, lideramos o afrontamos los retos. Cuando un
entorno laboral valida esa identidad, permitiéndonos actuar en coherencia con
nuestros valores, se activa una poderosa fuente de energía interna: la
motivación genuina. La psicología organizacional moderna subraya que la
satisfacción no proviene solo del salario, sino de la posibilidad de ser
auténtico en el rol que desempeñamos. En el artículo “Crafting a Job:
Revisioning Employees as Active Crafters of Their Work” escrito por A. Wrzesniewski
y J. Dutton en Academy of Management Review (2001) sostienen que las personas
que logran moldear su trabajo para que encaje con su identidad experimentan más
sentido, compromiso y bienestar. Una organización sana no encierra al individuo
en un rol rígido, sino que le permite desplegar su humanidad. Porque el
trabajo, en su forma más elevada, no solo produce bienes o servicios sino que también
da forma al alma.
2.
La personalidad no se queda en casa sino que determina cómo trabajas y cómo
vives el trabajo
No
hay un “empleado ideal” universal: hay personas distintas enfrentando entornos
diversos. La personalidad, ese conjunto relativamente estable de rasgos como la
responsabilidad, la apertura a nuevas experiencias, la extroversión o la
estabilidad emocional, influye profundamente en cómo actuamos, decidimos,
colaboramos y persistimos en nuestras tareas cotidianas. Comprender quién eres
no es solo un acto de introspección, sino una estrategia laboral. Quienes
puntúan alto en responsabilidad tienden a ser más confiables, organizados y
eficientes; los extrovertidos prosperan en roles sociales, mientras que los más
introspectivos pueden destacar en tareas que requieren concentración profunda y
autonomía. Aceptar tu modo de ser es el primer paso para diseñar tu entorno
laboral de manera inteligente. La evidencia empírica respalda este vínculo
entre personalidad y desempeño. El artículo "The Big Five Personality
Dimensions and Job Performance: A Meta-Analysis", publicado en Personnel
Psychology en 1991 (Vol. 44, número 1, páginas 1–26), demostró que ciertos
rasgos de personalidad especialmente la responsabilidad, predicen
consistentemente un rendimiento superior en diferentes tipos de trabajos. No se
trata de forzarte a encajar, sino de crear condiciones donde tu temperamento
pueda florecer, porque cuando trabajas en coherencia con tu naturaleza, no solo
eres más eficaz sino que también estás
más en paz contigo mismo.
3.
El verdadero motor del trabajo no es el dinero sino el sentido
El
salario paga las cuentas, pero no enciende el alma. Lo que realmente impulsa a
las personas a comprometerse, a innovar, a superar obstáculos o a quedarse en
una organización no es solo una cifra en la cuenta bancaria, sino la sensación
de que lo que hacen tiene sentido. La motivación humana es compleja: florece
cuando hay propósito, autonomía, reconocimiento y una percepción real de
impacto. Cuando sentimos que nuestras acciones tienen un valor más allá de lo
instrumental, que somos respetados como personas y que nuestras decisiones
importan, surgen los cambios. El trabajo deja de ser una obligación y se
convierte en una fuente de identidad y energía. Por eso, más que preguntarte
“cuánto me pagan”, podrías preguntarte “¿por qué hago esto?”, “¿a quién ayudo
con lo que hago?”, “¿me permite crecer en lo personal y profesional?” Esta
visión está respaldada por décadas de investigación en teoría motivacional. En
el libro “Intrinsic Motivation and Self-Determination in Human Behavior” Edward
Deci y Richard Ryan sostienen que las personas se sienten más motivadas cuando
sus necesidades psicológicas básicas como la autonomía, la competencia y la vinculación
son satisfechas. Cuando esto sucede, el trabajo deja de ser un medio para
sobrevivir y se convierte en un medio para vivir plenamente.
4.
El estrés laboral no es parte del trabajo. Es una señal de que algo no está
bien
En
muchas culturas organizacionales, el estrés ha sido normalizado como si fuera
sinónimo de compromiso o productividad. Pero el estrés crónico es una alerta
silenciosa del cuerpo y la mente que nos dice que los límites han sido
superados. Sentirse constantemente desbordado, agotado o irritable no es parte
del trabajo sino que es el preludio de una desconexión más profunda: con uno
mismo, con los demás y con el sentido de lo que se hace. Reconocer las señales
tempranas de estrés laboral como cansancio persistente, ansiedad, dificultades
para dormir o falta de concentración es un acto de responsabilidad, no de
debilidad. Poner límites saludables, aprender a delegar, desconectarse de forma
consciente o practicar estrategias de autocuidado no son lujos, sino
condiciones para una vida laboral sostenible y un seguro de longevidad
saludable. El bienestar no es el opuesto del logro sino su fundamento. El libro
“The Truth About Burnout: How Organizations Cause Personal Stress and What to
Do About It" de Christina Maslach y Michael P. Leiter sostiene que el
desgaste emocional y la despersonalización son respuestas normales ante
entornos laborales deshumanizantes. El antídoto no es trabajar más sino crear
tareas y entornos laborales con mas humanidad.
5.
La cooperación es la estrategia más inteligente para el éxito compartido
En
un mundo laboral que muchas veces premia la competencia individual, es fácil
olvidar que los logros más duraderos rara vez son obra de una sola persona.
Aunque competir puede generar avances puntuales, es la cooperación lo que
sostiene la innovación, el aprendizaje y el bienestar a largo plazo. Colaborar
no significa renunciar al mérito propio, sino comprender que el talento florece
mejor cuando se conecta con el de los demás. Trabajar en equipo no es
simplemente repartir tareas sino que significa compartir visión, cuidar los
vínculos, construir confianza y reconocer los logros del otro sin sentir que
eso resta valor al propio. Un entorno donde las personas se ayudan mutuamente
no solo es más eficaz: también es más humano. En el artículo "Cooperative
and competitive goal approaches to conflict: Accomplishments and
challenges" (Applied Psychology.1984) Dean Tjosvold sostiene que los
entornos cooperativos, a diferencia de los competitivos, favorecen la
resolución creativa de problemas, mejoran la comunicación y fortalecen las
relaciones interpersonales. La solidaridad no ralentiza sino que sincroniza. Cuando ayudas a otros a brillar,
el espacio se ilumina también para ti.
6.
El liderazgo efectivo interpreta, escucha y se adapta. No trata de imponer
El
liderazgo efectivo no se define por la fuerza del carácter, sino por la
capacidad de leer el contexto y responder con inteligencia emocional. Hay
momentos que exigen dirección clara y firmeza; otros, apertura, escucha y
flexibilidad. Los grandes líderes no aplican una sola estrategia a todos los
equipos o situaciones, sino que observan con atención y actúan con
sensibilidad. Ser líder es, en gran medida, ser un lector de necesidades
humanas. Implica saber cuándo intervenir y cuándo dar espacio, cuándo marcar el
rumbo y cuándo invitar a otros a definirlo. Pero sobre todo, implica presencia:
estar disponible, mirar a los demás no como piezas de una maquinaria, sino como
personas con aspiraciones, temores y fortalezas únicas. La empatía no es un
accesorio del liderazgo sino que es su núcleo moral. En el artículo "Life
Cycle Theory of Leadership" (Training and Development Journal 1969) Paul
Hersey y Kenneth H. Blanchard sostienen que los líderes más eficaces ajustan su
estilo en función del nivel de competencia y compromiso de su equipo. Liderar
bien no es tener todas las respuestas sino hacer las preguntas correctas en el
momento adecuado.
7.
La cultura organizacional es el marco que moldea el comportamiento
Trabajar
en una organización no es solo cumplir funciones sino que es habitar un clima
invisible pero determinante que influye en cómo se piensa, se decide, se
comunica y se convive. La cultura organizacional, echa de normas tácitas,
valores compartidos, rituales cotidianos y estilos de liderazgo, moldea el
comportamiento tanto como cualquier manual de procedimientos. Puede ser una
fuerza que eleva, une y estimula o bien una red que asfixia, silencia,
fragmenta y destruye talento. Una cultura basada en la confianza, la integridad
y la colaboración genera entornos donde las personas pueden desplegar todo su
potencial. Sin embargo cuando el
ambiente favorece el cinismo, la desconfianza o la competitividad tóxica,
incluso las personas más íntegras terminan adaptándose o bien quebrándose. Por
eso, cuidar la cultura es tan importante como definir la estrategia. En el
libro "Organizational Culture and Leadership", Edgar H. Schein profundiza en la cultura organizacional y específicamente
en el rol del liderazgo en su creación, transmisión y evolución.
8.
Decidir se asemeja a una navegación entre sesgos invisibles
Tomar
decisiones en el trabajo no es un proceso neutro. Aunque nos guste pensar que
actuamos con lógica y objetividad, la verdad es que nuestras elecciones están
constantemente influenciadas por atajos mentales, emociones latentes, recuerdos
pasados y creencias inconscientes. Estos sesgos cognitivos, como el exceso de
confianza, el sesgo de confirmación o el miedo a la pérdida, pueden llevarnos,
sin darnos cuenta, por caminos equivocados. Reconocer esta vulnerabilidad no es
una señal de debilidad, sino un acto de inteligencia práctica. La
autorreflexión, el contraste con perspectivas externas y el cuestionamiento de
nuestras primeras impresiones son prácticas esenciales para una toma de decisiones
más lúcida y justa. Decidir bien no significa nunca fallar, sino aprender a
equivocarse con conciencia, y crecer a partir de ello. En el libro “Thinking,
Fast and Slow” (19/52 2025) Daniel Kahneman describe de que forma nuestros
juicios están profundamente influidos por dos tipos de pensamiento: por un lado
una forma rápida automática e intuitiva de pensar que es a menudo distorsionada
y por otro lado la reflexión deliberada y pausada que nos permite ver más allá
de nuestras primeras intuiciones.
9.
El aprendizaje continuo es vital
En
un mundo que cambia muy rápidamente, el aprendizaje continuo ya no es una
opción sino que es una necesidad vital. Pero aprender no significa solo
adquirir nuevas habilidades o asistir a cursos. Es, sobre todo, mantener una
mentalidad abierta, curiosa y flexible frente a lo desconocido. Implica
reconocer que nunca lo sabemos todo, y que cada experiencia, por rutinaria o
difícil que parezca, puede ser una fuente de crecimiento. El aprendizaje
auténtico no solo te mantiene actualizado sino que te mantiene despierto.
Cuando se cultiva la curiosidad y la voluntad de mejorar, tu trabajo deja de
ser repetición y se convierte en exploración. Esta mentalidad de crecimiento te
protege del estancamiento y te prepara para afrontar la incertidumbre con más
confianza. Carol Dweck en su libro Mindset (09/52 2025) introdujo el concepto de mentalidad de
crecimiento para describir a las personas que ven sus capacidades como algo que
puede desarrollarse a través del esfuerzo y la experiencia. En resumen Carol
Dweck desarrolla los siguientes pilares en su libro: a. Todo comienza con
la mentalidad, b. El fracaso no es el final, sino el inicio del
aprendizaje. c. El esfuerzo es el verdadero
diferenciador. d. La retroalimentación es una herramienta, no un
juicio. e. La palabra "todavía" tiene mucho poder.
10.
La diversidad no es solo inclusión. Es una fuente de inteligencia colectiva
Cuando
equipos se componen de personas con historias, culturas, edades, géneros,
saberes y modos de pensar distintos, no solo se amplía la representación: se
expande la capacidad de imaginar soluciones nuevas, de anticipar riesgos y de
empatizar con realidades complejas. La diversidad no es un valor simbólico sino
que es una ventaja estratégica que potencia la creatividad, la innovación y la
adaptabilidad. Pero para que la diversidad florezca, no basta con tener
personas distintas enfocados en el mismo trabajo sino que: hace falta construir
un entorno donde esas diferencias sean escuchadas, respetadas y valoradas. Lo
que podría definirse como la “Construcción del equipo”. La inclusión auténtica
implica no forzar la homogeneidad, sino crear las condiciones para que cada voz
aporte desde su singularidad. Cuando eso ocurre, el equipo no solo trabaja
mejor sino que piensa mejor. En el libro “The Medici Effect” Frans Johansson
explora cómo la intersección de ideas, culturas y disciplinas impulsa la
innovación disruptiva. Cuando se mezclan perspectivas diversas, nacen
soluciones únicas y valiosas. ´
11.
La ética no es negociable. Es la base silenciosa de toda organización duradera
En
los entornos laborales, la presión por resultados, la competencia o la
ambigüedad pueden flexibilizar principios. No se trata solo de alcanzar los
objetivos y trabajar de la mejor manera posible, sino de comprender que la
integridad es el fundamento sobre el que se construye toda relación de
confianza y sostenibilidad en el largo plazo. La ética no es una regla impuesta
desde fuera sino que es como una brújula interna que preserva la dignidad
personal y la salud de cualquier empresa. Las organizaciones éticas no solo
generan mejores climas laborales sino que también son más sostenibles en el
tiempo. El libro "Managing Business Ethics: Straight Talk About How to Do
It Right" de L. Treviño y K. Nelson sostiene que cuando los líderes actúan
con coherencia entre lo que dicen y lo que hacen, crean culturas
organizacionales donde la confianza, la transparencia y la responsabilidad
florecen. Por el contrario, en culturas donde se tolera la ambigüedad ética,
emergen el cinismo, la desconfianza y la desmoralización colectiva. Actuar con
integridad no siempre será el camino más rápido ni el más cómodo, pero sí es el
que construye valor real, reputación genuina y bienestar emocional.
12.
Comunicar es construir significado compartido mas que intercambiar palabras
En
el corazón de todo equipo sano late una comunicación clara, honesta y empática.
No se trata simplemente de emitir mensajes, sino de lograr que sean
comprendidos en su intención, su contexto y su emoción. Una comunicación
efectiva es la base sobre la cual se construyen relaciones de confianza, se
resuelven conflictos y se alinean propósitos comunes. Saber expresarse es
importante, pero saber escuchar lo es aún más. Escuchar activa y
respetuosamente implica abrir un espacio real para el otro, sin juzgar ni
anticipar la respuesta. En entornos organizacionales, esto no solo previene
malentendidos sino que potencia la colaboración y reduce el desgaste emocional.
El libro “Organizational Behavior” S. Robbins y T. Judge abarca una amplia gama
de temas interrelacionados que explican por qué las personas se comportan como
lo hacen en el trabajo y cómo los gerentes pueden influir en ese comportamiento
para lograr mejores resultados. Sostiene también que los equipos con canales de
comunicación abiertos y bidireccionales presentan mayores niveles de
satisfacción laboral, cohesión grupal y rendimiento. Comunicar bien no es un
talento innato sino que es una habilidad que se entrena y que transforma
culturas. Hablar con claridad, escuchar con atención y validar las emociones
del otro no son gestos menores sino que son actos cotidianos de liderazgo y
cuidado.
13.
La formación no es un gasto sino que es una inversión
En
contextos organizacionales el desarrollo debe tener sentido, propósito y
dirección. La formación efectiva no se basa en acumular cursos ni perseguir
modas pasajeras, sino en alinear el aprendizaje con las verdaderas necesidades
del negocio, los roles individuales, los retos de los equipos y el crecimiento profesional
en sintonía con los cambios continuos. Invertir en conocimiento solo cobra
valor cuando está conectado con desafíos reales. Por eso, tanto las personas
como las organizaciones deben pensar estratégicamente: ¿qué capacidades son
prioritarias en este momento? ¿Qué aprendizajes debo priorizar para gestionar
los retos futuros y reducir los riesgos de negocio? En el libro “La quinta
disciplina: el arte y la práctica de la organización abierta al aprendizaje” Peter
Senge sostiene que el aprendizaje estratégico es aquel que se convierte en
parte de la cultura organizacional, donde cada persona asume la responsabilidad
de su desarrollo continuo, pero en armonía con los objetivos colectivos. La
clave no es formarse más, sino aprender mejor con dirección y sentido que es lo
que convierte la educación en una fuerza transformadora y no en una acumulación
de diplomas.
14. La estructura organizacional afecta al comportamiento
La
estructura de una organización es mas que lo que se ve en un organigrama. Es el
esqueleto invisible que guía decisiones, conductas y flujos de poder dentro de
una organización. La manera en que se distribuyen roles, jerarquías y canales
de comunicación determina cómo las personas se relacionan, colaboran y
enfrentan los desafíos cotidianos. Una estructura coherente no solo mejora la
eficiencia: da sentido, dirección y previsibilidad. Cuando la estructura es
ambigua o contradictoria, emergen tensiones silenciosas: duplicación de tareas,
conflictos de autoridad, sensación de desorientación. En cambio las estructuras
inteligentes promueven la autonomía, el foco y el alineamiento con los
objetivos estratégicos. En el libro "Structure in Fives: Designing
Effective Organizations" Henry Mintzberg sostiene que cada tipo de
estructura genera patrones distintos de comportamiento. No existe el modelo
ideal. Lo crucial es que la estructura esté alineada con el propósito, el
entorno y la cultura organizacional. En definitiva, la estructura es una
herramienta silenciosa pero poderosa ya que no solo organiza el trabajo, sino
que orienta las intenciones hacia una armonía interna entre sus componentes y en
consonancia con su entorno y su estrategia
15.
La adaptación cultural es esencial en contextos globales
En
entornos globalizados, la competencia técnica ya no es suficiente. Saber
trabajar con personas de culturas distintas con valores, ritmos y formas de
comunicación diferentes es una capacidad crítica para el éxito organizacional.
La adaptación cultural no implica perder la propia identidad, sino desarrollar
la sensibilidad necesaria para reconocer, valorar y dialogar con profundidad. Cada
cultura encierra lógicas invisibles. Lo que para unos es respeto, para otros
puede parecer frialdad. Lo que para unos es eficiencia para otros es
impaciencia. La clave está en cultivar la humildad cultural y reconocer que
nuestros marcos mentales no son universales. Es estar dispuestos a aprender del
otro sin preconceptos. En el libro "Culture's Consequences: Comparing
Values, Behaviors, Institutions and Organizations Across Nations" Geert Hofstede sostiene que las diferencias
culturales influyen profundamente en la forma en que se ejerce el liderazgo, se
toman decisiones y se resuelven conflictos en organizaciones globales. Ignorar
estas diferencias no solo es ingenuo sin o que es contraproducente. Adaptarse
no es rendirse, es ampliar la mirada. Y en esa expansión, se abre la
posibilidad de crear equipos más justos, creativos y resilientes.
16. La gestión del cambio requiere sensibilidad
Toda
transformación organizacional implica un impacto emocional. Cambiar procesos,
roles o estrategias no es solo un desafío técnico sino que es un desafío
humano. Por eso, gestionar el cambio no consiste únicamente en planificar bien,
sino en escuchar con atención, comunicar con claridad y acompañar con empatía. Las
personas no resisten el cambio por capricho, sino por miedo a lo incierto, por
pérdidas percibidas o por falta de sentido. En el libro “Managing Transitions:
Making the Most of Change” William Bridges sostiene que lo que más cuesta no es
el cambio sino la transición emocional por dejar atrás una identidad, una forma
de trabajar o una rutina conocida hacia un futuro quizás menos cierto. El rol del liderazgo sensible
es clave. No basta con señalar el destino sino que hay que crear confianza
durante el trayecto. Validar las emociones, ofrecer espacios de participación y
narrar el propósito del cambio ayudan a transformar la incertidumbre en energía
constructiva. Cambiar no es fácil. Pero cuando se hace con humanidad, se
convierte no solo en evolución organizacional, sino también en crecimiento
personal.
17. La retroalimentación impulsa el desarrollo
Recibir
retroalimentación no es simplemente escuchar la forma en que se ha desarrollado
una tarea sino que es abrir una ventana hacia cómo otros perciben una
aportación. Cuando se comunica con honestidad y respeto la retroalimentación se
convierte en uno de los motores más poderosos del desarrollo profesional y
personal. El crecimiento no nace de la reafirmación constante, sino de la
capacidad de integrar miradas externas sin derrumbar la autoestima. Eso exige
una actitud humilde, pero no pasiva. Aprender a distinguir lo valioso,
preguntar con interés y usar cada observación como una herramienta de mejora es
la mejor forma de aprovechar el tiempo y la oportunidad de lo que ofrece una
mirada externa. El libro "Thanks for the Feedback: The Science and Art of
Receiving Feedback Well" de Douglas Stone y Sheila Heen se centra en los
detalles de recibir feedback centrándose en el receptor y no en el emisor,
proporcionando un marco práctico para manejar, interpretar y aprender del
feedback, incluso cuando es defectuoso, doloroso o te hace sentir atacado. Cabe
resaltar que incluso el feedback mal gestionado puede ser valioso si se lo
recibe con la pregunta adecuada: “¿Qué puedo aprender de esto?”. Y que, a la
inversa, el feedback bien intencionado pierde impacto si el receptor no siente
seguridad o respeto.
18.
Sin justicia organizacional no hay compromiso… solo cumplimiento forzado
La
percepción de justicia en el trabajo tanto en los procesos como en las
decisiones o en el trato cotidiano son pilares invisibles del compromiso profesional.
Cuando las personas sienten que son
valoradas de forma equitativa, que las reglas se aplican con coherencia y que
su voz importa, se genera un clima donde florece la motivación, la confianza y
la lealtad. La justicia organizacional no es solo una cuestión ética, sino
también una estrategia inteligente de excelencia y cultivo de talento. En el artículo
"On the Dimensionality of Organizational Justice: A Construct Validation
of a Measure" Journal of Applied Psychology (86(3), 386–400 (2001) Jason
Colquitt, sostiene que existen tres dimensiones esenciales: justicia
distributiva (cómo se reparten los recursos), justicia procedimental (cómo se
toman las decisiones) y justicia interpersonal (cómo se trata a las personas en
los procesos). Fallar en una de ellas debilita el compromiso emocional y
alimenta el cinismo o el desapego ya que la percepción de justicia influye en
el comportamiento y las actitudes de los empleados en el lugar de trabajo.
19.
La resiliencia se puede cultivar
La
resiliencia es la capacidad de levantarse después de un fracaso, aprender de él
y seguir adelante con más fuerza. No se trata de evitar las dificultades, sino
de enfrentarlas con una mentalidad positiva. La resiliencia se cultiva a través
de vínculos de apoyo, narrativas personales constructivas y prácticas concretas
de autorregulación emocional. El artículo de Ann Masten "Ordinary Magic:
Resilience Processes in Development", publicado en American Psychologist
(2001) es un texto fundamental para comprender cómo las personas, especialmente
los niños, superan la adversidad. El título "Magia Ordinaria" es la
clave de su mensaje ya que argumenta que la resiliencia es un proceso común,
una capacidad humana fundamental y ordinaria que surge de la operación de
sistemas de adaptación básicos y protectores que están presentes en la mayoría
de las personas y sus entornos. Es una "magia" que no es mágica en
absoluto, sino el resultado de recursos y procesos adaptativos normales.
20. El futuro del trabajo exige adaptabilidad
El
mundo laboral ya no se define por la estabilidad, sino por la transformación
constante. Tecnologías emergentes, reorganización del tiempo y del espacio de
trabajo, automatización, inteligencia artificial, diversidad generacional… Lo
único permanente es el cambio. Esta situación requiere nuevas capacidades y
mucha flexibilidad Adaptarse no significa aceptar pasivamente cada novedad,
sino desarrollar la flexibilidad mental para aprender, desaprender y
reorientarse con agilidad. En el libro "The Adaptation Advantage: Let Go,
Learn Fast, and Thrive in the Future of Work" Heather McGowan y Chris
Shipley sostienen que existe una necesidad crítica de la adaptabilidad tanto
para individuos como para organizaciones en un mundo de cambios constantes y acelerados.
Argumentan que la velocidad del cambio tecnológico y global es tal que la
adaptación continua ya no es una opción, sino una necesidad fundamental para la
supervivencia y el éxito. La ventaja competitiva ya no radica en lo que sabes o
en tu posición actual, sino en tu capacidad para desaprender, aprender
rápidamente y evolucionar constantemente. El libro se presenta como una guía
para individuos y líderes sobre cómo cultivar esta "ventaja de la
adaptación". Adaptarse hoy es una forma de liderazgo personal. Quien se
entrena para cambiar sin perder su esencia no solo sobrevive en la
incertidumbre: se convierte en un referente para otros.
Comprender
la psicología organizacional no es simplemente desentrañar cómo se comportan
las personas en el trabajo, sino asumir que detrás de cada conducta hay una
historia, una tensión, una necesidad o una forma de defenderse. Las
organizaciones no son laboratorios neutros sino que son espacios vivos donde el
talento puede florecer o marchitarse según la calidad de las relaciones, las
estructuras de poder y el tipo de liderazgo que existe. Como ha demostrado
Adrian Furnham, si ignoramos los factores humanos como la motivación, la percepción,
los conflictos, la ansiedad, la cooperación o bien los riesgos y señales de
alarma no solo reducimos a las personas a engranajes, sino que deterioramos la
posibilidad misma de una cultura saludable, productiva, que aporte calidad de
vida y mejores negocios. Quizás el mayor desafío no sea entender a los individuos, sino construir
entornos donde puedan ser plenamente humanos.
"La
tarea principal del ser humano es darse nacimiento a sí mismo, llegar a ser lo
que realmente es en potencia."
Erich
Fromm. "Ética y Psicoanálisis", 1947
Cada minuto cuenta. Suerte. Buen viaje
Mario Kogan
27/Jul/1015
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