"La sociedad del cansancio" Byung-Chul Han (39/52 2025):

 


“Hay algo que el silencio nos puede enseñar. Es la calma interior que nos permite sentirnos completos. En el ruido, solo podemos sentirnos vacíos.” - Hermann Hesse. El lobo estepario (1927)

El cansancio se ha convertido en uno de los elementos sociales más claros, significativos y preocupantes de nuestra época. No se trata solo de la fatiga física que sigue a un esfuerzo concreto, sino de un agotamiento persistente que nos acompaña día y noche manifestándose como una desconexión silenciosa que nos impide disfrutar de los pequeños instantes felices que suceden a nuestro alrededor e impactando en nuestra salud y bienestar.

Gran parte del cansancio proviene de la autoexigencia. En el mundo actual no es únicamente el mundo exterior el que nos oprime con demandas, sino nuestra propia voz interna la que nos empuja a rendir siempre más, a auto explotarnos hasta transformarnos en verdugos de nosotros mismos. Ese impulso, disfrazado de productividad, termina consumiendo la energía vital que podríamos dedicar a evolucionar, vivir con plenitud, conectar con los demás y cuidar de nuestra propia humanidad.

Con el objetivo de reconocer las trampas invisibles del rendimiento perpetuo, encontrar vías de entendimiento, cuidado, sentido, transformación positiva y aportar inspiración para la mejora de nuestra salud mental y física se describen a continuación veinte enseñanzas clave del libro "La sociedad del cansancio" de Byung-Chul Han (39/52 2025):

1. La auto explotación reemplaza a la opresión externa

La opresión externa ha sido reemplazada por un mandato silencioso de autoexigencia. En la sociedad del rendimiento, el imperativo de ser más productivo y de superarse de forma continua resulta en una auto explotación más potente que la opresión tradicional, ya que el individuo la asume como propia. Michel Foucault en su libro “Vigilar y castigar” sostiene que el poder más efectivo no es el que castiga desde fuera, sino el que se internaliza, haciendo que el sujeto se autocontrole. La sociedad del rendimiento lleva esa lógica al extremo ya que en muchas ocasiones trabajamos hasta el agotamiento no por la obligación de un amo, sino porque sentimos que nuestro proyecto vital nunca está completo.

2. La positividad excesiva como trampa

El mandato continuo del “sí, tú puedes” se ha vuelto más tiránico que cualquier opresión externa. La cultura de la motivación sin fin y del optimismo obligatorio convierte la vida en una competencia agotadora, donde el exceso de positividad nos obliga a estar siempre al 100%. Esta presión nos arrebata la posibilidad de descansar, reflexionar y aceptar nuestras limitaciones transformando la vida en una búsqueda incesante sobre algo que jamás alcanzaremos. Albert Camus en su libro “El mito de Sísifo” exploró la lucha humana por encontrar sentido en un mundo absurdo. La verdadera libertad no reside en alcanzar una felicidad impuesta, sino en la rebelión consciente. El verdadero éxito no es empujar la roca hasta la cima sin descanso, sino encontrar la dignidad y la calma en el esfuerzo mismo, aceptando el momento de la pausa como un acto de libertad.

3. El cansancio invisible

El dilema actual no se centra en el cansancio físico, sino en un agotamiento interior y difuso que desgasta el deseo y la creatividad. Este cansancio no se percibe a simple vista sino a través de la pérdida de entusiasmo y de sentido. Es un agotamiento difícil de diagnosticar y por eso mismo es tan peligroso. Simone Weil en su libro “A la espera de Dios” describe que la atención es la forma más pura de generosidad y cimiento de la vida interior ya que al prestar atención completa y desinteresada a algo o a alguien (ya sea un problema, un texto o una persona que sufre), se elimina el "yo" y se crea un espacio de receptividad que es, en esencia, un acto de amor y generosidad. Cuando toda nuestra atención se consume en la producción y el rendimiento, no queda nada para una vida profunda propia ni para los otros. El cansancio invisible nos roba una de las cuestiones más esenciales de la vida profesional y personal que es la capacidad de desear.

4. La depresión como enfermedad del rendimiento

La Organización Mundial de la Salud (OMS) en el “Estudio sobre la Carga Mundial de Morbilidad” (Global Burden of Disease) que analiza la prevalencia y el impacto de las enfermedades a nivel global reconoce que la depresión se ha convertido en una epidemia de nuestro tiempo siendo una de las principales causas de discapacidad por delante de otras enfermedades. El origen de la depresión no es solo biológico sino que puede también provenir de un derrumbe interior que ocurre cuando el individuo ya no puede cumplir con el mandato de la auto explotación, que le exige rendir sin tregua. El filósofo Søren Kierkegaard En su libro “La enfermedad mortal” describe la desesperación no como una simple tristeza, sino como una enfermedad del espíritu que surge del fracaso de ser uno mismo. El cansancio crónico del que adolece el hombre moderno no es un signo de debilidad, sino la manifestación más clara de un alma que se destruye a sí misma al intentar alcanzar un ideal vital despojado de su esencia.

5. El multitasking como fragmentación del ser

¿Es realmente una virtud la multitarea? Es complejo encontrar una respuesta definitiva. Lo que parece claro es que en realidad es una forma de dispersión cognitiva. Intentar hacer muchas cosas a la vez impide una inmersión profunda en una actividad específica, fragmentando la atención y generando una ansiedad silenciosa. El libro "Superficiales: Qué está haciendo Internet con nuestras mentes" (The Shallows) de Nicholas Carr sostiene que el uso intensivo de internet y otros elementos del siglo XXI está remodelando nuestros cerebros de forma negativa, socavando nuestra capacidad de concentración profunda y de pensamiento complejo. La neuro plasticidad del cerebro, su capacidad de adaptarse y reorganizarse en respuesta a la experiencia es una espada de doble filo. Antes de internet, la lectura de libros nos entrenaba en la concentración sostenida y el pensamiento lineal. La tecnología moderna de comunicaciones y las aplicaciones en los dispositivos móviles con sus hipervínculos, notificaciones y estímulos constantes, nos educa para saltar de una cosa a otra, haciendo mas difícil que podamos sumergirnos en una idea con profundidad. La multitarea no amplía la vida, sino que la desmenuza en fragmentos muchas veces inconexos que nos distraen de lo fundamental.

6. El enemigo interior; el yo como campo de batalla

En la sociedad actual, la violencia ya no viene del exterior, sino que se ha interiorizado por completo. El explotador y el explotado coinciden en una misma persona, lo que crea una profunda paradoja; creemos que somos libres, pero en realidad somos prisioneros de un yo que nos exige sin tregua. Friedrich Nietzsche en su libro “La genealogía de la moral” sostiene que el resentimiento y la culpa, en lugar de dirigirse hacia afuera, se vuelven contra nosotros mismos, creando una mala conciencia que nos corroe. La sociedad del cansancio lleva este mecanismo a su máxima expresión ya que no nos culpamos por desobedecer, sino por no ser suficientes, y el resultado es un estado de guerra interior perpetua.

7. El imperativo del rendimiento perpetuo

En la sociedad del cansancio, el sentimiento de que "nunca es suficiente" se convierte en un motor insaciable. Siempre hay que aprender más, hacer más, producir más y satisfacer demandas. Esta insatisfacción perpetua no es un defecto personal, sino la lógica que sostiene el sistema. Zygmunt Bauman en su libro “Modernidad líquida” sostiene que el consumo y la competencia exigen un estado de insatisfacción constante para sobrevivir. Si nos sintiéramos plenos y satisfechos, el sistema se detendría. Por ello, esa sensación de "todavía no llego" no es un error de fábrica sino que es una estrategia para mantener en movimiento a nuestra sociedad.

8. El tiempo acelerado como pérdida de vida

Vivimos en una vorágine de velocidad, pero esta aceleración constante puede no traducirse en una vida más plena. La incesante sucesión de estímulos nos impide tener experiencias profundas que exigen tiempo y contemplación. La vida se convierte en una serie de fragmentos que apenas alcanzamos a procesar. Hartmut Rosa en su libro “Alienación y aceleración” argumenta que el tiempo acelerado impide que tengamos resonancia con el mundo. La resonancia, a diferencia de la mera conexión, es una relación bidireccional y emocional de sintonía con las personas, los lugares o las actividades. Cuando todo pasa demasiado rápido esa sintonía se rompe y la vida se nos escapa como agua entre los dedos, sin dejar una huella significativa.

9. El burnout como signo de la época

El “burnout” (estar quemado) ya no es la excepción, sino un rasgo distintivo de nuestra época. El burnout revela que el cuerpo y la mente han llegado al límite, incapaces de soportar el mandato de productividad infinita. Alain Ehrenberg, en su libro "La fatiga de ser uno mismo" argumenta que el burnout es la patología de una sociedad que demanda de sus individuos iniciativa, autonomía y hasta resultados ilimitados. En lugar de ser un signo de debilidad personal, el colapso por agotamiento es el síntoma más claro de un sistema que, al exigir la constante superación, nos deja sin las herramientas para gestionar la derrota. El burnout es, en esencia, la enfermedad de un yo sobrecargado. Reconocer esta verdad no es una tragedia, sino el primer paso hacia una nueva forma de libertad buscando una vida que valora la salud, los espacios de descanso y disfrute centrados mas en la humanidad que en el rendimiento.

10. La desaparición del ocio verdadero

En la sociedad del rendimiento, el descanso ha sido instrumentalizado, transformándose en un simple medio para un fin específico; recuperarse para rendir más. El ocio ha sido colonizado por la lógica de la productividad, volviéndose una actividad más en nuestra agenda, una inversión para volver más fuertes al trabajo. Esta visión contrasta radicalmente con la del filósofo Aristóteles, para quien la vida buena, o eudaimonia (el florecimiento humano), era el objetivo supremo. Para alcanzarla, él consideraba el ocio (scholé) como su fundamento. A diferencia de su opuesto, la falta de ocio (ascholía), el scholé no era la simple inactividad, sino la forma más elevada de actividad humana; un espacio sagrado para la contemplación, el aprendizaje, la conversación significativa y el desarrollo de la virtud. Sin un ocio verdadero, no hay lugar para la cultura ni para la filosofía, solo para una rueda interminable de actividad vacía.

11. La pérdida del silencio

Vivimos inmersos en un ruido incesante proveniente de notificaciones, mensajes desde distintas fuentes, pantallas e interrupciones continuas. En esta era, el silencio se ha vuelto un bien escaso, y sin él, la interioridad y la escucha se atrofian. Al no dejar de oír lo de afuera, perdemos la capacidad de escuchar lo de adentro. Max Picard en su libro “El mundo del silencio” sostiene que el silencio no es la simple ausencia de sonido, sino un espacio fértil, un lugar lleno de vida en el que surge lo esencial. El silencio es la condición previa para la reflexión, la creatividad y la autenticidad. Recuperar el silencio, por tanto, no es solo un lujo, sino un acto de supervivencia para el alma.

12. La fatiga de ser uno mismo

En la sociedad del rendimiento, ya no basta con ser productivo; la exigencia se ha elevado a un plano existencial, pidiéndonos ser auténticos, creativos y únicos. Esta demanda de singularidad incesante es tan agotadora como cualquier mandato externo, ya que nos obliga a ser los constantes arquitectos de nuestra propia identidad. Jean-Paul Sartre en su obra “El ser y la nada” sostiene que al no existir un propósito predefinido, estamos condenados a ser libres. Esta libertad absoluta, sin una dirección, se convierte en una carga insoportable que nos llena de angustia. La fatiga de ser uno mismo es, en el fondo, la fatiga de sostener un yo en constante creación, sin pausas ni un respiro.

13. El exceso de comunicación como vacío

La incesante abundancia de mensajes y estímulos crea una sensación de agotamiento y aislamiento basado en un flujo de datos que carece de un sentido genuino. Aunque estamos más conectados que nunca, la paradoja es que a menudo nos sentimos más solos. El informe “Conexión Social” de la OMS de jun/2025 declara el aislamiento social y la soledad como una amenaza urgente para la salud pública mundial relacionándola con mas de 871.000 muertes al año. Otros estudios como el “Barómetro de la Soledad no Deseada en España” o el “Cigna U.S. Loneliness Index” aportan datos significativos y preocupantes sobre estos temas. Guy Debord en su libro “La sociedad del espectáculo” sostiene que la vida auténtica ha sido reemplazada por una acumulación de representaciones, donde la experiencia directa se desvanece detrás de las imágenes. El espectáculo, para él, no es una mera colección de fotos o videos, sino una relación social entre personas mediada por esas imágenes. Esta abundancia de representaciones nos impide una conexión genuina, generando un profundo vacío en medio del ruido.

14. El otro como espejo del rendimiento

En la sociedad del rendimiento, la figura del otro ya no es un compañero, sino un competidor. Esto erosiona la solidaridad, la humildad y la bondad, convirtiendo la vida en una carrera sin meta donde cada uno se ve obligado a medirse constantemente en un espejo social. Esta dinámica de comparación perpetua nos sitúa en un escenario que recuerda al "estado de naturaleza" de Thomas Hobbes.  En el libro “Leviatán” profundiza en el concepto de la vida sin un poder que la regula se transforma en una guerra de todos contra todos donde la existencia del hombre es solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve. En la sociedad del rendimiento, esa guerra ya no se libra con violencia física, sino en métricas, rankings y comparaciones constantes que erosionan la seguridad y nos obligan a ver a cada persona como un rival.

15. El rendimiento ilimitado como forma de violencia

En la sociedad actual, la violencia puede también manifestarse en forma de exclusión silenciosa. Quien no rinde lo suficiente queda fuera castigado no por una persona, sino por un sistema. Esta violencia estructural es más difícil de detectar porque se esconde detrás de métricas y evaluaciones que parecen neutras y objetivas. El sociólogo y matemático noruego Johan Galtung, en su artículo "Violencia, paz e investigación para la paz" de 1969 argumentó que la violencia no se limita a los actos físicos y directos, sino que también puede ser inherente a las estructuras sociales y políticas impidiendo a las personas satisfacer sus necesidades básicas y alcanzar su máximo potencial. La sociedad del rendimiento es, en este sentido, inherentemente violenta, precisamente porque su mecanismo de exclusión parece inofensivo.

16. El cansancio como oportunidad de resistencia

No todo cansancio es destructivo. Existe un cansancio fecundo, que nos obliga a detenernos y puede abrirnos a otra forma de vida. En el libro “Elogio de la lentitud” Carl Honoré argumenta que nuestra prisa constante nos impide vivir una vida plena. El agotamiento es una señal clara de que hemos perdido el control. En ocasiones el cansancio no es un fracaso personal sino un síntoma de un problema social. La solución no es ser más rápido sino aprender a desacelerar de manera consciente. El cansancio podría ser una puerta de entrada para adoptar un ritmo más humano y en última instancia más enriquecedor.

17. Recuperar la contemplación

La contemplación no es una forma de improductividad o de simple inacción sino que puede ser el núcleo de una vida plena. Detenerse, observar con atención, escuchar y simplemente estar presente nos devuelve la dimensión humana que hemos perdido por vivir de prisa. Josef Pieper en su libro “El ocio y la vida intelectual” sostiene que la cultura y la vida espiritual no nacen del trabajo o del esfuerzo incesante, sino del ocio contemplativo. Redescubrir la contemplación es, en este sentido, un acto de resistencia, un rechazo deliberado a la tiranía de la acción constante. Es un recordatorio de que somos seres mas que máquinas de producción continua.

18. La necesidad de redibujar límites

Detenerse para reflexionar y tomar las decisiones oportunas es un acto de profunda dignidad. La sociedad del rendimiento nos empuja a diluir todos los límites tanto personales como profesionales en pos de la acción. En ocasiones debemos aprender a decir "no" en pos de los objetivos de vida que tengamos. Séneca en su ensayo “De la brevedad de la vida” sostenía que el problema no es la falta de tiempo, sino la mala utilización del mismo. El tiempo es uno de los únicos bienes irrecuperables que gozamos a diario. No importa la cantidad de años en tu vida, sino la cantidad de vida en tus años.

19. El cuidado de sí frente al rendimiento

Cuidarse no es un acto de egoísmo o indulgencia, sino un acto de profunda inteligencia y toma de decisiones. En oposición a la lógica del rendimiento que puede reducirnos a máquinas de producción, el autocuidado es un recordatorio de que somos seres frágiles y vulnerables. Michel Foucault en su libro “La hermenéutica del sujeto” argumenta que el “cuidado de sí” no es un acto narcisista, sino la práctica ética fundamental a través de la cual el individuo se constituye a sí mismo como sujeto moral, como amo de su propia vida. En una sociedad que exige entregarnos por completo, el cuidado de uno mismo se convierte en el acto esencial que nos permite reafirmar nuestra propia humanidad.

20. Una nueva comunidad del cansancio compartido

Si reconocemos que el cansancio no es solo una experiencia individual, sino un fenómeno colectivo, podemos construir nuevas formas de comunidad. Compartir el cansancio y la vulnerabilidad es un acto que nos obliga a vernos no como rivales, sino como compañeros en un mismo camino. Emmanuel Levinas en su libro “Totalidad e Infinito: Un ensayo sobre la exterioridad” (1961) desarrolla la ética de la alteridad, donde el encuentro con el rostro del otro es el momento en que surge la responsabilidad. El rostro es la manifestación de la vulnerabilidad y la finitud del otro, que nos llama a una respuesta ética antes que a cualquier acto de conocimiento. El otro no es un objeto que podemos comprender o categorizar, sino un ser que nos interpela y nos exige una obligación moral. Una comunidad que reconoce su cansancio compartido podría ser el cimiento para una sociedad más solidaria y, en última instancia, más humana.

El cansancio, que es casi inevitable, puede convertirse en un maestro silencioso. Nos invita a detener la carrera, a recuperar la pausa, redescubrir la belleza de observar sin prisa, contemplar sin culpa, y amar con mayor hondura lo que realmente importa. En el gesto de cuidarnos, también cuidamos a quienes nos rodean ya que al ofrecer descanso y atención, regalamos presencia. Quizás el verdadero enemigo no esté afuera, en las exigencias del mundo, sino dentro de nosotros mismos, en esa voz que susurra que nunca es suficiente, que siempre debemos ir más lejos, producir más, demostrar más.

Frente al mandato invisible que nos empuja al agotamiento, podemos responder con sabiduría para elegir lo esencial, plenitud para habitar el presente y entrega para vivir con sentido. En ese cambio de mirada, el cansancio deja de ser un obstáculo y se transforma en una oportunidad para reconciliarnos con la vida, con los otros y con nosotros mismos. Hace casi 2000 años, el filósofo estoico Séneca le recordaba a un amigo que la verdadera conquista empieza por uno mismo, en un consejo que resuena aún hoy:

“Así, hazlo, mi Lucilio: recupérate para ti mismo, y el tiempo que hasta ahora te ha sido arrebatado, robado o que simplemente se ha escapado, recógelo y guárdalo.”  Cartas Morales a Lucilio, Primera. Séneca

Cada minuto cuenta. Suerte. Buen viaje. 

Mario Kogan

21 sep 25

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