La sabiduria de lo incierto (42/52 2025)

 





"Nadie es tan sabio por casualidad"

Cicerón. De Natura Deorum / Sobre la Naturaleza de los Dioses (45 a.C.)


Durante siglos, el ser humano ha intentado dominar el azar, reducir el caos a una fórmula y convertir lo incierto en estadística. Hemos creído que el progreso era una línea ascendente y que la historia respondía a causas visibles, medibles, predecibles. Sin embargo, basta un acontecimiento poco probable (pandemias, guerras, cambios políticos/económicos, revoluciones tecnológicas, etc.) para derrumbar nuestras certezas más sólidas. Esos sucesos que nadie anticipa, pero que lo cambian todo, son los denominados “cisnes negros” de nuestra era. En la arrogancia del conocimiento moderno el futuro puede ser previsto si reunimos suficientes datos. Sin embargo, la mente humana, habituada al orden, ignora los extremos, desprecia la excepción y elimina el misterio. Es precisamente en lo improbable donde reside la verdadera transformación. 

Todo avance humano, desde el arte hasta la ciencia, nació de una ruptura de lo esperado. El libro “El Cisne Negro: El impacto de lo altamente improbable” de Nassim Nicholas Taleb nos obliga a una forma distinta de humildad aceptando que el mundo no se deja domesticar y que el azar, lejos de ser un enemigo, puede ser un maestro. Aprender de lo improbable no es rendirse al caos, sino convertir la incertidumbre en sabiduría. Cada párrafo que sigue busca explorar ese territorio incierto donde se cruzan la mente, la emoción y el destino. A continuación las veinte enseñanzas clave del libro El Cisne Negro: El impacto de lo altamente improbable de Nassim Nicholas Taleb (42/52 2025):

 

1. La Ilusión de la Certeza: La Fragilidad Ante el Cisne Negro

El mayor peligro no es la ignorancia, sino la ilusión del conocimiento. La soberbia intelectual puede ser nuestra tendencia a construir explicaciones a posteriori de un mundo inherentemente caótico. Tras cada Cisne Negro (evento imprevisible y de alto impacto), inventamos causas, convencidos de que el pasado siempre fue predecible. Este es el error narrativo ya que la ceguera que proviene de la creencia arrogante en nuestra capacidad de explicación. El conocimiento, cuando se convierte en certeza dogmática, nos vuelve frágiles. Aceptar los límites de nuestra comprensión no es debilidad, sino el inicio de una inteligencia más lúcida. El saber humano es solo un mapa, no el territorio; confundirlos nos condena a ser vulnerables ante lo inesperado. Cultivar la duda es una forma de respeto por la complejidad del mundo y el primer paso hacia la Antifragilidad. Como advirtió Michel de Montaigne. En su obra Ensayos, "la presunción es nuestra enfermedad más natural”. Solo quien desconfía de su propio entendimiento puede, de verdad, aprender a sobrevivir y a prosperar en la incertidumbre.

2. La Tirada de Dados del Cisne Negro

Los giros decisivos de la historia, las crisis y las innovaciones no se encuentran en la curva de distribución normal de las probabilidades, sino en los extremos definidos como “Cisnes Negros”. Estos son eventos que cumplen una tríada fatal: son raros (prácticamente imposibles de modelar con datos históricos); son de impacto extremo (suelen transformar sistemas enteros); y son explicables solo en retrospectiva. La incapacidad de reconocer el poder de lo improbable se debe a nuestra fe ciega en la predicción. En ocasiones existe arrogancia por parte de la ciencia social y económica que, al asumir la normalidad, ignora la posibilidad de la catástrofe o el shock. Esta arrogancia predictiva no solo es fútil, sino peligrosa, pues nos lleva a construir sistemas, desde estrategias de inversión o políticas, que son óptimos solo en la teoría y son fatalmente frágiles en el mundo real. Nuestra mente busca la seguridad de la continuidad lineal, pero la realidad opera en un entorno extremadamente volátil. La sabiduría, por lo tanto, consiste menos en afinar la precisión de la fútil tarea de predecir que en estructurar la vida para el caos. Aceptar la incertidumbre no es resignación, sino un acto de realismo profundo que nos prepara para la Antifragilidad que es la capacidad no solo de resistir el impacto de un Cisne Negro, sino de beneficiarse intrínsecamente del desorden y la incertidumbre.

3. La falacia narrativa

Después de cada Cisne Negro, nuestra mente inmediatamente teje un relato para explicarlo. Buscamos la comodidad de la causalidad para reducir el desconcierto, aunque el relato sea una ficción. A esto se lo conoce como “Falacia Narrativa” que es la tendencia a dotar de sentido y coherencia a lo que, en realidad, fue solo azar. Construimos estas historias para llenar el vacío que deja lo inexplicable y para mantener nuestra ilusión de control. Esta necesidad de explicación nos encierra en una jaula de ilusiones. Al imponer una causa lineal donde no la hay, no solo falseamos el pasado, sino que perdemos contacto con la verdad de los hechos y, peor aún, ignoramos las nuevas advertencias que no encajan en nuestra historia perfecta. Vivir sin un relato cerrado, con una conciencia abierta a la incertidumbre y la contingencia, es el verdadero ejercicio de libertad intelectual y emocional. Como sostiene Friedrich Nietzsche en sus Fragmentos Póstumos (1886) "No hay hechos, solo interpretaciones". Recordar esto no nos condena al escepticismo, sino que nos obliga a mirar el mundo con mayor honestidad y menos soberbia narrativa.

4. La fragilidad de las predicciones

Toda proyección económica, toda promesa de previsión absoluta o modelo estadístico, es un acto de fe disfrazado de método. La mayoría de los entornos en los que sucede nuestra vida (ej. políticos, sociales o económicos) son frágiles porque se basan en la errónea suposición de que el futuro operará como el pasado. En la actualidad los eventos raros rompen invariablemente esta suposición. La verdadera inteligencia no reside en la futilidad de adivinar el mañana, sino en diseñar la supervivencia. La robustez mental y moral surge de aceptar que el cambio es la única constante y que el error es parte inevitable del conocimiento. Como sostiene Karl Popper en su obra Conjeturas y refutaciones: El desarrollo del conocimiento científico (1963) "La ciencia es una historia de ideas eliminadas, un progreso por eliminación de errores." Quien entiende esto no teme equivocarse. En lugar de buscar la certeza, aprende a pensar en términos de escenarios y a construir sistemas que no solo resistan, sino que se beneficien de la refutación y la contingencia.

5. El aprendizaje de la incertidumbre

La incertidumbre no debe ser vista como una enemiga del pensamiento, sino como su maestra más exigente. Lo incierto no se neutraliza con la ilusión del control, sino con la flexibilidad estructural que nos permite adaptarnos. Cada duda nos enseña una nueva forma de mirar y es una oportunidad para la Antifragilidad. Aceptar la incertidumbre es una disciplina interior; es una forma de fortaleza que no depende de la predicción de lo que ocurrirá, sino de la capacidad de beneficiarse de ello. Aprender a vivir y operar en la niebla de lo desconocido es más valioso que esperar el amanecer de la certeza. Como escribió Søren Kierkegaard en sus Diarios y Papeles (1843), “la vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero debe vivirse mirando hacia adelante.” En esa paradoja radical que significa vivir y actuar sin garantías, reside la auténtica sabiduría de lo humano.

6. La Trampa de la Memoria; El Sesgo Retrospectivo

Una de las trampas más sutiles de la inteligencia es creer que, una vez que un evento ha ocurrido, siempre fue evidente. A esto se lo denomina “Sesgo Retrospectivo” (hindsight bias) que es la ilusión de que el pasado era predecible. Lo que vemos con claridad después del suceso estaba completamente velado antes de él. Esta distorsión no solo nos lleva a juzgar injustamente a quienes no vieron venir el Cisne Negro (el experto), sino que sobreestima nuestra capacidad de previsión y subestima la magnitud real del azar. Al creer que el pasado fue lineal, nos cegamos a la naturaleza caótica de la realidad, impidiendo que construyamos sistemas robustos. Comprender esta limitación nos obliga a ser más humildes con nuestra memoria para intentar ser más sabios y de este modo convivir con la contingencia. Como sostiene Ralph Waldo Emerson en su obra Experiencia, “La vida es una sucesión de lecciones que deben ser vividas para ser comprendidas” Entender la historia con honestidad es aceptar que lo inevitable solo lo parece cuando ya ha pasado.

7. La arrogancia del experto

Vivimos rodeados de especialistas, tertulianos. opinólogos, todólogos y varios tipos de predicadores que hablan con seguridad sobre lo incierto, actuando en medio del caos con fines diversos que pueden incluir engaño, búsqueda de poder, manipulación o dominio. En ocasiones la arrogancia del experto es una forma moderna de superstición que sustituye a los oráculos por gráficos y palabras vacías que generan errores masivos. El saber verdadero no teme a la duda sino que la utiliza como motor de crecimiento. El auténtico experto es quien reconoce el margen de error, la fragilidad de sus modelos y la necesidad de priorizar la robustez sobre la predicción. Lo demás es puro teatro intelectual con potencial de daño sistémico. Como advirtió Francis Bacon en su obra Meditationes Sacrae (1597) “El conocimiento es poder.” Hoy, el mayor poder del conocimiento reside en su humildad: en la capacidad de reconocer sus límites y actuar no buscando la certeza, sino construyendo sistemas que sean Antifrágiles al fallo de la propia autoridad.

8. Lo que no vemos importa más

Lo invisible, lo que no registramos, lo que no medimos o lo que queda fuera de la estadística tradicional, suele tener más peso que lo que vemos. En los sistemas complejos, la distribución de resultados no es normal; tiene "colas gordas" (fat tails), donde los eventos raros y ocultos son la principal fuente de riesgo y recompensa. Nuestra mente, diseñada para lo tangible y lo cotidiano, olvida esta poderosa minoría silenciosa. La sabiduría reside en desconfiar de lo que parece obvio y mirar también lo que falta; las variables no medidas, los riesgos subestimados y las oportunidades no detectadas. Ignorar lo invisible es la fuente de la fragilidad sistémica. Como escribió Antoine de Saint-Exupéry en su obra El Principito (1943) “Lo esencial es invisible a los ojos”. Todo conocimiento que no atiende al potencial desestabilizador y transformador de lo oculto está intrínsecamente incompleto e inherentemente frágil.

9. La robustez frente al caos

El secreto para navegar la incertidumbre reside en dejar de buscar la ilusoria estabilidad y aprender a resistir la inestabilidad. La robustez no consiste en evitar el caos, sino en no romperse dentro de él. Un sistema (o una persona) que basa su equilibrio en la previsibilidad está condenado a la fragilidad ante el Cisne Negro. Esta enseñanza se aplica a la vida tanto como a los sistemas económicos. Una entidad robusta no es la que controla el entorno, sino la que puede absorber el shock y resistir el impacto sin perder su centro o su estructura básica. Frente a la tormenta, la fortaleza no está en oponerse sino en mantener la integridad mientras se fluye con inteligencia. Como sostenía Marco Aurelio en su obra Meditaciones Libro V-6 "La piedra que se lanza hacia arriba no resulta dañada por su caída." En esta resiliencia silenciosa se revela la sabiduría que no necesita certezas para sostenerse. La robustez es la base desde la que se puede aspirar a algo más; es la capacidad de mejorar con el daño.

10. La antifragilidad del espíritu

Más allá de la mera resistencia y la robustez está la Antifragilidad que es la cualidad de los sistemas que mejoran a través del desorden y el estrés. Algunos sistemas, y también algunos seres humanos, no solo sobreviven al caos, sino que crecen gracias a él. El shock, la pérdida o la sorpresa no los destruyen, sino que refinan su estructura interna. El caos no es siempre resulta ser un enemigo, sino que en ocasiones resulta ser un maestro. La vida no pide inmunidad, sino plasticidad estructural y la opcionalidad de aprender de cada error. La Antifragilidad se cultiva volviéndose menos dependiente del control y más confiado en el poder de la transformación. Friedrich Nietzsche en su obra Ecce Homo (1888) describe el concepto del amor fati (amor al destino) dentro de la sección "¿Por qué soy tan inteligente?" (parte 10) resumiéndolo en la frase “Mi fórmula para la grandeza en el ser humano es el amor fati: que uno no quiera que nada sea diferente, ni adelante, ni atrás, ni en toda la eternidad.” El espíritu antifrágil no solo soporta lo necesario, sino que lo ama, sabiendo que en la aceptación del destino habita su mayor crecimiento.

11. El azar como arquitecto invisible

Gran parte de lo que consideramos mérito, éxito o fracaso es, en muchas ocasiones, obra del azar. El talento es un componente fundamental en la vida sin embargo también juegan un papel importante el contexto y la casualidad moldeando los resultados mucho más de lo que admitimos. La mente humana detesta atribuir el resultado a la suerte ya que necesita creer que el control preserva la Falacia Narrativa. Aceptar el papel dominante del azar no nos quita responsabilidad sino que nos libera del orgullo ciego. Nos recuerda que la vida no se domina sino que se habita y transcurre con lucidez. Toda seguridad es prestada, y por ello la gratitud, y no la soberbia, es la actitud más realista frente a lo que ocurre. Séneca en su obra “Cartas a Lucilio” sostiene que "Nuestra esclavitud no es el destino, sino la obstinación de la mente que se resiste a aceptar la condición humana." El azar no se derrota sino que se acompaña con la Antifragilidad que nos enseña a capitalizar oportunidades y a mitigar los riesgos.

12. Los límites de la predicción científica

La ciencia es un faro, no una frontera. Nos ilumina con modelos, pero no abarca la totalidad. Creer que lo que no puede medirse no existe (la Evidencia Silenciosa que no cabe en la campana de Gauss) es una nueva forma de oscuridad. Las herramientas científicas y estadísticas son necesarias, pero no suficientes para comprender la complejidad. Aceptar los límites no implica desprecio, sino respeto. La sabiduría científica madura cuando reconoce que hay fenómenos que se resisten a toda ecuación, y que la búsqueda de la certeza es una fuente de fragilidad sistémica. Existe una frase famosa al respecto “No todo lo que cuenta puede ser contado, ni todo lo que puede contarse cuenta”. La ciencia es más grande cuando, con humildad, se une a la filosofía: cuando ilumina sin pretender explicar por completo el misterio de la incertidumbre para, en cambio, promover la Antifragilidad.

13. La fragilidad moral del éxito

El éxito, en entornos dominados por el azar  suele endurecer la mente mucho más que el fracaso. Quienes triunfan en estos escenarios atribuyen su suerte al talento y su talento al destino. Esta ilusión moral genera una arrogancia que es la antítesis de la Antifragilidad. Esta soberbia no es solo personal, sino que tiene un costo sistémico ya que los arrogantes en posiciones de poder imponen fragilidad a los demás sin asumir las consecuencias de sus errores. Recordar la fragilidad del éxito es el antídoto contra la vanidad, pues nos enseña que nada nos pertenece del todo. Solo quien acepta su vulnerabilidad puede conservar la integridad y la lucidez cuando todo parece estable. Esquilo sostiene en su obra Los persas (Persae) hablando sobre la Hybris que la desmesura o arrogancia  es una causa de la destrucción. “La arrogancia engendra al tirano.” El verdadero sabio no se aferra al triunfo; lo observa pasar, agradecido y alerta, sabiendo que la Hybris es la primera causa del desastre futuro.

14. El Poder Engañoso del Éxito: El Sesgo del Superviviente

La historia siempre está escrita por los sobrevivientes y los triunfadores. El
“Sesgo del Superviviente” es la trampa de juzgar el mundo basándose en los pocos casos visibles y olvidar los miles de intentos, fracasos y voces perdidas que no llegaron a registrarse. Detrás de cada éxito célebre hay un cementerio de proyectos invisibles. Mirar solo a los ganadores distorsiona nuestra percepción del mérito y, peor aún, genera una fragilidad sistémica al basar nuestros modelos y estrategias futuras en datos fundamentalmente incompletos y optimistas. Comprender este sesgo nos enseña humildad intelectual y realismo. Walter Benjamin en su Tesis de filosofía de la historia (VII) critica la historia escrita desde el punto de vista de los vencedores. Ver el todo exige escuchar lo que no fue contado y aceptar que la opulencia de la historia oculta la miseria de las estadísticas.

15. La preparación sin profecía

La distinción más importante para la vida esta entre predecir y prepararse. La primera busca la ilusión de controlar el futuro; mientras que la segunda, busca fortalecer lo esencial aceptando la inevitabilidad de lo imprevisible. La preparación verdadera no nace del miedo, sino del conocimiento de la propia fragilidad. Esta actitud práctica, vigilante y serena, convierte la incertidumbre en disciplina. No hace falta adivinar lo que vendrá sino que basta con diseñar una vida con margen de error y opcionalidad teniendo muchas alternativas de acción. Esto nos permite beneficiarnos del desorden. Sun Tzu dentro de su obra El Arte de la Guerra (Cap. III, "La Estrategia Ofensiva”) enfatiza que la victoria sin lucha es la forma más alta de éxito militar y estratégico. “La habilidad suprema consiste en someter al enemigo sin combatir.” Prepararse para el Cisne Negro mediante la Antifragilidad es la forma más elegante de aplicar esta máxima; se trata de vencer lo desconocido con estrategia en lugar de con profecía.

16. La Humildad Epistemológica: El Antídoto contra la Fragilidad

Saber que no sabemos es el núcleo de toda sabiduría y la primera defensa contra los Cisnes Negros. Cultivar una humildad intelectual radical permite reconocer la vasta y peligrosa extensión de lo que ignoramos y actuar de ese modo siempre desde esa conciencia. No se trata de rendirse al caos, sino de pensar con prudencia y ligereza, evitando la pesadez de los absolutismos. El conocimiento se vuelve peligroso cuando se disfraza de certeza; la soberbia epistemológica es la fuente de los mayores errores y de la fragilidad sistémica. Solo la mente que conserva su duda y está abierta a la refutación puede aprender, corregir y evolucionar. Sócrates ya lo encarnó como el primer sabio: “Solo sé que no sé nada.” Y en esa frase, repetida por siglos, se resume la actitud más sana, Antifrágil y realista frente al caos y la complejidad del mundo.

17. La trampa de la linealidad

El pensamiento humano tiende a imaginar el tiempo, la causalidad y el crecimiento como una línea continua; causa y efecto con progreso constante. La realidad se comporta más bien como un fractal: irregular, lleno de rupturas y discontinuidades. Lo que parece estable (el crecimiento lento) puede ser desmoronado en un instante por un Cisne Negro. Superar la trampa de la linealidad exige aceptar la naturaleza discontinua de la existencia. Nada crece eternamente ni se repite igual. Vivir con esta conciencia nos vuelve flexibles y nos libera del mito del control absoluto. Como escribió José Ortega y Gasset en su obra El hombre y la gente (1957)., “Vivir es ir tirando, es realizarse en la fatalidad de la libertad.” El ser humano está condenado a elegir y a construir su propia vida en medio de la incertidumbre en un mundo sin certezas. La libertad, en un mundo no lineal, empieza por aceptar su carácter imprevisible y, consecuentemente, por diseñar la vida y los sistemas para la Antifragilidad en lugar de para la falsa continuidad.

18. La sabiduría del error

El error es el laboratorio más honesto del conocimiento. Cada equivocación bien observada amplía nuestra capacidad de opcionalidad y nos permite anticipar lo que no sabíamos que ignorábamos. El fracaso, lejos de ser una derrota, es el único camino hacia una comprensión más profunda de lo real, siempre que el error no sea de "ruina total" (lo que nos saca del juego). La sabiduría no nace del éxito, sino de la relación honesta con el error, que es el combustible de la Antifragilidad. Leonardo da Vinci en sus Manuscritos sostenía que “El que de verdad sabe, no teme parecer ignorante”. Errar es el modo en que la vida nos educa sin pedir permiso, obligándonos a reorganizar y a mejorar nuestra estructura con cada situación.

19. El valor del escepticismo

El escepticismo es una defensa activa contra la ilusión del saber total. No se trata de negar por sistema, sino de dudar con método y de no entregar la mente a las certezas fáciles o a los modelos frágiles. En una era de exceso de información y de expertos que predican sin evidencia, el escepticismo es un acto de higiene mental y supervivencia. El pensamiento crítico no destruye la fe en el conocimiento, sino que la depura. Solo quien sospecha de sus conclusiones y no adapta el mundo a su relato mantiene viva la curiosidad y la capacidad de aprender. David Hume en su “Investigación sobre el entendimiento humano” (1748), sostiene que “El sabio adecua sus creencias a la evidencia.” El escepticismo, bien entendido, no es una parálisis, sino la forma más profunda de confianza en la razón y el requisito indispensable para construir una existencia Antifrágil ante lo desconocido.

20. La serenidad ante el azar

El objetivo no es dominar lo imprevisible, sino vivir en paz con él y beneficiarse de él. La serenidad frente al azar no nace de la resignación, sino de la comprensión de que la vida no se deja calcular y de que la incertidumbre es el motor de la Antifragilidad. Aceptar el azar es aceptar la vida misma. Lo incierto se convierte entonces en un espacio de opcionalidad y posibilidad, no de amenaza. En esa aceptación descansa la verdadera sabiduría; la de quien, comprendiendo la fragilidad de todo sistema no adaptativo, sigue caminando con alegría y coraje, sabiendo que el desorden solo lo hará más fuerte. Marco Aurelio en su obra Meditaciones (Libro IV, Punto 3) sostiene que “El universo es cambio; la vida, opinión.” Entender esta dicotomía estoica, el cambio incontrolable y nuestro juicio interno controlable, no nos quita el miedo, sino que nos da la forma más profunda de coraje para afrontar lo que vendrá

 

 

Cada época cree haber descifrado su propio misterio, y sin embargo, siempre estamos a punto de sorprendernos. Vivimos rodeados de información, pero lo que verdaderamente escasea es la lucidez compartida, esa forma de inteligencia que no separa al individuo del mundo, ni la mente del corazón. Las enseñanzas de “El cisne negro” nos recuerdan que el futuro no se predice sino que se puede cultivar. Se construye en la humildad de quienes saben que lo improbable es el verdadero motor de la historia. Comprenderlo no nos vuelve temerosos, sino más libres, más atentos, más humanos. En un mundo que necesita menos certezas, más consciencia, menos juicios rápidos y más capacidad de escuchar tal vez la tarea cívica más urgente sea educar la sensibilidad ante lo incierto, recuperar el arte de pensar despacio, sentir con profundidad poder dar sin esperar nada a cambio y decidir con ética. La inteligencia sin empatía produce sistemas brillantes pero vacíos; la emoción sin pensamiento, sociedades frágiles y manipulables. En ese punto justo donde el saber se encuentra con la compasión nace la posibilidad de un nuevo humanismo. Uno que no tema la fragilidad, sino que la asuma como fuerza creadora. Porque lo improbable no es solo un evento externo sino que es el momento en que cada conciencia se atreve a cambiar. Aprender a convivir con la incertidumbre no es resignarse al azar, sino encontrar armonía en el desorden. Significa mirar al mundo con los ojos abiertos, sin cinismo, sin ingenuidad, sabiendo que el sentido no se impone sino que se teje entre todos, entre nosotros. Tal vez la verdadera lucidez de nuestro tiempo no consista en comprenderlo todo, sino en mantener viva todas las preguntas; en seguir creyendo que el conocimiento, cuando se une a la ternura, puede todavía transformar lo improbable en esperanza.

 

Cada minuto cuenta. Suerte. Buen viaje

Mario Kogan 

13 Oct 2025

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